España vs. Alemania: la razón por la que celebramos la belleza de un empate
Desde el sorteo, España-Alemania era el partido más atractivo de todos aquellos que se disputan en primera ronda. Por dos razones, básicamente. La primera es que es uno de los pocos encuentros entre países que cuentan con la Copa del Mundo en la vitrina de la casa, lo que involucra no solo prestigio, sino responsabilidad histórica. La segunda razón es que ambas son selecciones reinventadas en la última generación y media: los ibéricos, desde la vieja y rústica furia hacia el preciosismo técnico y la posesión; los teutones, desde la eficiencia física y maquinal hacia la dinámica asociada, también, desde la posesión. Los volantes de los dos conjuntos comparten una manera similar de entender el fútbol, un mismo “paladar”: Gavi y Pedri lo expresan en España; Gündogan en Alemania. La herencia de Guardiola se siente sobre ellos.
El partido tenía por clave la tenencia. ¿Cuáles eran las armas compartidas para lograrlo? Presión alta, jugar desde el fondo, adelantar líneas hasta el punto de que se confundan y obtener la supremacía del mediocampo. Puro ajedrez táctico de alto riesgo que pronto permitió que Dani Olmo (no fue su único desborde en el partido) pruebe a Neuer, ocasión que Gnabry respondió luego en fuera de juego. El sistema obliga a los arqueros a hacer de líberos y permite que cualquier robo de balón o imprecisión se convierta en una carrera a campo abierto hacia el arco rival. Los amagues y regates empezaron a ser tan vistosos como los nervios, que afloraban. ¿Cuánto se puede sostener este plan? Poco. Rüdiger marcó de cabeza, pero el VAR dijo que en posición adelantada. Sea como fuere, es muy difícil mantener las tablas en este nivel de tensión.
Para conseguirlo, Luis Enrique y Flick movieron el tablero. El asturiano prefirió hacerse de un delantero clásico como Álvaro Morata por Ferrán Torres, quien diluía su impacto ante la cerrazón. No desperdició el tiempo: antes de los 60 minutos anticipó en diagonal y definió de un toque arriba, al primer palo de un Neuer sorprendido. Unos minutos después ingresó Füllkurg, quien tuvo la oportunidad de equilibrar de pero desaprovechó un desborde del genio fantasista de Musiala, la figura del partido. El joven extremo fallaría minutos después ante Simon luego de una asistencia de Leroy Sané, pero sería el último yerro del segundo tiempo: Sané volvió a filtrar un pase entre líneas, Balde se confundió en la marca y Füllkurg liquidó con un obús cruzado terrible.
El goleador del Werder Bremen fue la respuesta a un problema autoinfligido desde el banquillo. Es irónico que Alemania no cuente con un delantero centro titular. La tierra de Gerd Müller, Jürgen Klinsmann y Oliver Bierhoff lo resiente, pues su juego exige un finalizador. Füllkurg lo es y basta. El procedimiento de Luis Enrique fue similar: necesitó incorporar a un definidor como el ariete del Atlético de Madrid para romper un partido en el que tenía posesión estéril. Algunas lecciones se desprenden. Es posible jugar sin 9 de área cuando se cuenta con Messi, que suple todo. Sin él, todo sistema necesita de un delantero neto y nato. Incluso Guardiola, quien puso de moda al falso 9, al contratar a Haaland y dejar ir a Gabriel Jesus, pareciera coincidir con esta idea.
El empate abrió el partido y mostró la cara más cansada de España, superada en los minutos finales, a la vez que renovó la ilusión sobre lo que Alemania pueda hacer en Qatar. No faltó ambición: Flick acumuló jugadores en ataque y Sané tuvo la victoria en un mano a mano en el quiso regatear al arquero con poco éxito. No importó mucho, pues una sensación de justicia se instaló en el campo: el que tenía que ser el mejor partido de la primera rueda lo había sido. Hay empates que superan en belleza a ciertos triunfos tacaños, va varias derrotas mezquinas.